miércoles, 22 de abril de 2009

Simple sonrisa.

Sencilla sonrisa, me alegró el día.

Día, hasta ese momento, oscurecido por arpías.
Sin ser flacas ¡Arpías! Gordas y sebosas, rebosantes de maldad.
Reventareis, arpías, reventad.
No yo.

Por suerte para vosotras; y la mejor, sé, de las suertes, para ami.
Sí os cojo siendo niño… Aquel niño, que no controlaba y repartía mandobles, especialmente a las féminas ignorantes y chulescas, sus doy una paliza… Por suerte para las brujildas del averno, mayor suerte para mí, la evolución es posible.

He de reconocer, a veces me gustaría volver a la infancia.
A la niñez no, sigo allí, sigo siendo un niño, guardo muy preciadamente muchas cosas del niño que fui, de la niña que fui (sabiéndola, sin quererla).
Hoy, la niña que fui querida es.

A veces, no sale la demente que fui, sale el demente.
Aun, salvo en ocasiones contadas, sigo sin controlar. ¡Y mira que procuro controlar!
Curioso, en los momentos que más controlo es cuándo no tengo nada que controlar.
¿Y si paso ampliamente del control?
¿Y si pasando del control se unen la demente y el demente?
Resultado: mismamente.

Simple sonrisa.
Caminaba agrio.
Un retoño, de vid y sin mala uva, se cruza en el camino.
Me mira, amplia sonrisa.
Lo miro, sonrío.
Me alegró el día sombrío.
Ya no lo es.

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