miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Y de comer hoy? ¿Potajeee?

Hoy toca receta de ¿potaje?
Podría llamársele así a lo que cociné, y no por que den ganas de potar, conste. Rico está, a la par que vitamínico y verdurílico.

Punto primero.- ¿Tiempo de preparación?
Huy, el que te lleve personalmente, bonito: eso en el caso de llevar a cabo de buena esperanza la receta. Personalmente dos horas y pico, en una aproximación aproximativa.

Punto segundo.- ¿Ingredientes?
Para quién piense que segundas partes nunca fueron buenas, los que quieran.
En mi caso (a parte) he utilizado unos cuantos muchos: cebolla; ajo; pimiento (rojo, verde, amarillo. Los tres yo. Colorismo); zanahorias; tomate (suele ser rojo apasionado); brécol ¿o brócoli? (vai ti a saber el nombre verdadero de estas casitas adosadas de los nomos); champiñones; jodidas verdes, no podrían ser éstas de otro colorín; alubias (hoy he utilizado de color rojo vino, no las conocía, pero me provocaron); espinacas; acelgas; agua de la vida; limón, de las preguntas cítricas; aceite de oliva, para lubricar bien; guindilla, ya sé sabe, por el punto picante y digestivo; y creo que no se me olvida ninguno, aunque de querer puedes hacer todas las mezcolanzas apetecibles.

Punto tercero.- ¿Empezamos?
Uno, que es muy suyo, suele preparar primero todos los ingredientes para que estén listos (es que sino, algunos tardan mucho en maquillarse y estar preparados, y luego se te pasa el arroz, Catalina, que aunque no lo lleve la receta que nos ocupa, bien podría).
Bueno, para ser sinceros, lo primero es ir a la compra, normalmente al súper, o a la verdulería en su caso para desahogarse.

Pelamos las cebollas (jodidas ellas, hacen llorar una barbarité) y ya puestos a pelar, los ajos y los tomates. Luego después utilizo la picadora para picar, ¿a qué soy muy original empleando los utensilios de cocina?, ajos y cebollas. Es que sí las pico a mano luego se vengan y lloro mucho más yo que ellas. Los tomates con trocearlos tienen suficiente, pobres.
Las zanahorias las lavo con ganas y estropajo, así les saco ese sabor agrio que llevan en la piel, y luego las troceo.
Los pimientos, se los mando a la Juliana, bastante trabajo tengo ya.
Las casitas de los nomos las separo, no vaya a ser que se hagan fuertes en la pota y se forme una revolución y no quieran ni cocerse ni na, les paso un agua u dos.
A los champiñones, como ya vienen cortaditos los lavo, y punto.
Siendo cómodo como soy, las jodidas, alubias, espinacas y acelgas las compro lavadas y listas, mismamente, preparadas para que se tiren ellas solitas al cocimiento (con un pequeño empujón de mi parte, claro).

Punto cuarto.- ¡Ya va siendo hora de encender el fuego! Digo yo.
Pues eso, como de natural tengo gases en la cocina, aprovecho y los enciendo ¡Con sólo ponerles mechero! Son potentes mis gases, y naturales.
Cojo una pota (vosotros sí podéis coger una olla, mejor. Sobre todo en el caso de ser argentinos y fallar en la pronunciación, vite). La pongo en el fuego fatuo, le añado un buen chorro… de aceite de oliva virgen extra. En cuanto se calienta, le añado la cebolla y el ajo; que se doren, a ser preferible a su ritmo, es decir, a fuego lento, mucho más mejor que deprisa y corriéndose.
Ya doradito el asunto, añado los pimientos a colorines. Los dejamos un ratillo, para que cojan temperatura y se adapten.
A continuación echamos las zanahorias, naranjas ellas. También les concedemos su tiempo (no por mucho amanecer madruga más temprano).
Transcurrido un tiempo o así, ahí que te van los tomates troceados a la fiesta de Blas, pasados unos momentos ya está en una ebullición el asunto así como ¡Chup, chup a tutiplén!
Ahora es cuestión de hacer unas preguntas cítricas, o en su defecto echar el zumo de un par de limones, sin por ello vaciar todo lo demás, oye.
Ya desechos los tomatoes, para dentro el brécol (sí o sí) y los champiñones igual para que no se quejen de preferencias.
Ahí, que se lo hagan, veinte minutos al menos. Menos no, por favor, por favor te lo pido, corre el peligro de lo contrario de quedar todo duro.
Transcurridos, los tiempos, añadimos agua de la vida, ¿y yo qué sé cuánta? Sí lo viera… Tres vasos mínimo, mejor cinco, aunque todo depende de lo que pende, o de las cantidades del producto echado, que para el caso es lo mismo.
Aquí también añadimos sal al gusto, y sí gustas un par o tres de avecrenes. Y la guindilla, o las dos; y orégano, o hierbas en general, o en particular las que te gusten. Yo que sé, investiga.
A los veinte o más minutos, añades las verduritas, acelgas y espinacas. Dejas que vuelva a hervir al chup, chup de la buena nueva. En ese mismo punto, con cinco minutos más (no me seas deshogao) listo está el condumio.

Pudiera parecer que tenga una pinta espantosa, siendo probable que la tenga.
El caso es probar, a lo mejor no es sólo la pinta lo que pinta.

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