Siempre mejor el viernes, aunque el fin de semana pase vuelandito, rapidito.
Conversación delante:
Mañana tengo bodorrio, llevaré taconazos. Dice una.
La otra pregunta: ¿Cómo de altos? Y no me digas en centímetros que no me hago una idea.
Responde una, con un gesto ayudándose del pulgar y, ¿por qué no?, del corazón: tal que así, más o menos.
Calculo yo, unos ocho centímetros, o diez.
Simpática, la otra contesta: ¡Ay, pois chégalle ben!
Una buena medida para taconazos: “Ay ¡Pois chégalle ben!"
Además de simpática ¡desprende una energía positiva!
¡Encántame ben!
Llegamos, una tercera suelta, y se queda tan ancha, oye: Pero si yo viajando no duermo.
¿Me dejas bajar, por favor? Quedo aquí.
Claro, dice, faltaría plus.
Contestele, pero desabróchate el centurión de seguridad al menos, mujer.
Quería bajarse con él puesto, el asiento detrás a cuestas.
No, viajando no duerme, noooo…
La cuarta duerme mucho y bien, hoy al venir, al ir no paró de hablar de violines celestiales ¿o eran violones? Non che séi, al ir, a ratos, si desconectó Ami.
Viajando compartido suceden cositas asín.
Cienes de miles de veces prefiero estos sucesos, a con partidos de jurgol viajar.
Al menos, ésto es real.
Gustos, pareceres, no más ni menos.
Por otras partes, parece ser: las palabras se las lleva el mal viento.
Sin embargo, los escritos surten su efecto, de facto que te est.
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