Caramba carambita…
Pues héteme en este mismo
punto, cuasi sin vida personal pero con apasionante trabajo, me apasiona la
cocina. Soy cocinero pofesionaloide.
Sí, pues fueno, pues fale, hace
unos meses trabajé también como cocinero aunque más bien ejerciera de ayudante.
Hoy no ejerzo de ayudante, aunque también, sino de cocinero. Desde el
principito hasta que llega al plato con sabrosura, y vuelven casi siempre
limpitos los platos (lo sé de buena tinta, porque además de cocinar me toca
lavarlos). Vamos, que estoy solo en la cocina: planeo los menuses; pido lo
necesario para llevarlos a buen plato con sabor de amor en lo hecho y los
elaboro con cariño y dedicación (además de un poquito de estrés… ay, señor
señor ¿conseguiré que esté todo a punto en hora y en su punto de gustirrinín al
paladar?)
Sin ir más lejos hoy (¿quizá ya
ayer?): unos callos sabrosísimos; un cocido de los buenos (con su cachola, sus
costillas de adanes y evas, garbancitos dónde estáis, patácolas y grelos, pues
sí, con morros y orejas, chorizos y morcillas, esa sopa riquisísima de fideos
fisnos…)…
Pues además, aprovechando que
la tarde noche fue muy tranquila, reciclé unos jurelitos al escabeche con sutil
toque de curry; con tres codillos al aroma de mostaza y bañados en zumo de piña
que sobraron del menú de ayer (¿o anteayer ya?) procedí a picarlos como si no
hubiera un mañana, hacer una finísima bechamel y convertirlos en croquetas
concretas (mira, o más bien lee, lo que te digo… no sé como quedarán al final,
pero la mezcolanza croquetil estaba para disfrutar en todo el paladar).
¿Continuará? Carambolas,
vai ti a saber…
No hay comentarios:
Publicar un comentario