lunes, 29 de diciembre de 2014
Veremos a ver…
Negociando, gerundio que te es.
El viernes por la matiné llegué
antes que puntualísimo, quince minutillos antes de la hora en punto de entrar
(prefiero siempre llegar más pronto que un solo minuto tardísimo… asín me lo
aprendí yo). Lo primero, antes de meternos en harinas movedizas negociadoras,
hice la tortilla nuestra de todos los días (jugosita, con sus patatitas bien
pochaditas, a fuego fuerte un par de minutos o tres y luego lentamente me
rematas por ambas caras)… tras lo anterior (lo primero es lo primero y la cosa
tiene que empezar a fensonar, sí o sí), vente paquí moreno, vamos a tener unas
palabritas serias: mira, yo no me desvivo por tu negocio pero podrás comprobar
que lo vivo intensamente (le dedico muchísimo tiempo y cariño, para muestra
muchos platos vacíos y limpitos al regreso a la cocina…); si te gusta como
cocino, si estás a gusto con todo lo demás (¡nos ha jodido! ¿no lo va estar? Quizá,
nunca antes de estar nuevecita, vio la cocina tan limpita…) quiero, siendo este
querer innegociable, este sueldo fijo al mes… No me puso peros ni manzanos,
dijo que estaba bien.
Pero claro, ojalá de los ojales
de toda la live me gustara el fútbol o apoltronarme en el sillón para
idiotizarme con la televisión y no depensar, me puse a dudar en lo pensado con
anterioridad y no lo vi bien ni para él
ni para mismamente… llegué a la siguiente conclusión: el sueldo fijo es este
que me ofreces, pues fale, acèptolo; a partir de ahí, me parece mucho más justo
para ambos los dos, que si, en el caso de ser el caso, la cosa va bien y
trabajo tantas horas de más, tantas horas de más me abones… Pues en principito,
se acabó el negociamiento, dijo que sí, que fale, que fueno…
Veremos a ver…
Por otras partes, mañana hay de
menú del día, de primeros: habas pintas con pulpo; y empanada casera de pollo y
setas (conste que no las tengo todas conmigo, desconfío del resultado del
empanamiento… y no por el hacimiento de la empanada, algunas cuantas veces la
cociné ya, pero ese horno me trae por la calle de la amargura… seis, ni más ni
menos, bizcochos intenté hacer ya… pues no hay tu tía, no me salen)… de
segundos: carne ó caldeiro (que esta sí, esta me la como yo, me sale
estupendísima); y el pescado del día, pues no te sé cual será, lo decide él
según mercado.
Y conste que tonto no es, ya
tengo una flan, una cliente habitual díjome que era una flan incondicional de
mis concretas croquetas: ayer ofrecile unas de salmón y, en sus palabras, “una delicatesen”.
Aunque me tripita, veremos a
ver…
miércoles, 24 de diciembre de 2014
Alimentando bien.
¿Puede haber mayor satisfacción
para un cocinero que los platos, al regreso de las mesas, vuelvan cuasi fregaos
ya?
Pues eso. Satisfecho estoy con
mi trabajo. Así me devuelven (que no vomitan) los platos. Además, como soy asín
y asín seguiré nunca cambiaré, siempre salgo a preguntar (a la menor
oportunidad) sí la comida está al gusto de los comensales (entre otras cosas
para corregir posibles errores al probar).
Hoy que te hice una sopa
juliana sabrosísima, o así me lo pareció a mismamente, al preguntar, contestome
una: ¿Qué si me gusta? Me encanta; otros dos, después de repetir, dijéronme:
está rica, sin más ni menos (pero repitieron).
Unas concretas croquetas de
bacalao, deliciosillas, les serví a tres niñas que iban acompañadas de la
encantada (supongo que era su madre querida) con la sopa juliana, al preguntar
qué tal no dijeron naaa, pero gestualizaron muchos síes repetidos; una chuleta
de ternera al punto pidiome (en un caso de suponitis aguda) el padre: muy
sabrosa estaba, en su punto.
Además hice también unos
macarrones guisados al punto de curry. Bueno, no salió ni un plato a medio día,
nadie los pidió. Pero se sirvieron de pincho a la noche. Seguro que no
defraudaron, relucientes volvían los platillos de pinchos.
Volviendo al mundo croquetil:
ayer que te hice unas de grelos de y gambas; hoy dejé preparadas unas de pulpo…
Y ahorita, agotaíto estoy.
Trabajo mucho y bien. Tengo la cocina impoluta, no estaba así cuando llegué.
Estoy trabajando casi casi
sesenta horas semanales, me pagan cuarenta. Ayer llegan tres a comer a las
cuatro de la tarde (en teoría es a la hora que salgo) y le dije a mi jefe: esto
no puede ser así, ni de coñas puede ser así; el sábado trabajé doce horas
(tuvimos una cena de 17 personas por un lado; por otro lado otra de veinticinco
(tarariro…); además, quedaba una mesa de 6, la ocuparon y cenaron rebién; por
si fuera poco, otros dos cenaron en las mesas del bar… perdí la cuenta ya de…);
ni de coñas puede ser así esto…
Le dije: he firmado este
contrato y no voy a fallar; ahora tú sabrás, pero a la hora de renovar ni loco
sigo en estas condiciones de mierda, trabajando la mitad del tiempo gratis; cómo
que no me lo como, no y punto.
Ahora bien, él sabrá lo que le
conviene a su negocio. Yo sé lo que sé y, fíjate tú lo que te son las cosas de
las cosas de enfrentarse a los miedos cara a cara (eso sí, importantisísimo que
te ofrezcan la posibilité, hasta ahorita en que realmente me he enfrentado a
llevar una cocina en solitario no lo sabía y, por el mismito raciocinio, lo
dudaba), no dudo que pueda mucho y bien… Muchas ideas tengo para que el
restaurante funcione mejor que rebién, por supuesto en bases bien cimentadas:
ofrecer una comida de calidad, sencilla a la par que elaborada; atención al
comensal, sin menos ni más, atenta y respetuosa…
Y no pienso en dar más pistas…
¿egoísta?... Pudiera ser, o ni de lejos… “Reserva del Setenta”. ¿Sueños son?
domingo, 14 de diciembre de 2014
Treinta y cuatro.
No menos, tampoco más. Es el númaro
de comiditas que les di hoy, las que pidieron vamos. Agotadito que te estoy, ya
no más por hoy.
Una reserva de veinte para
picoteo: tortillas; raxo con patácolas fritidas; calamares a la romana;
zamburiñas a la plancha; algunas raciones de callos y otras de paella.
El resto menos uno, trece ¿non
si?: que si ensaladas mixta; puntillas; sepia a la plancha; bacalao al horno;
milanesas de pollo.
El que faltaba, para los
treinta y cuatro, pidió para llevar: sopa de cocido; milanesa de ternera y
bacalao al horno.
Carambí urí
Caramba carambita…
Pues héteme en este mismo
punto, cuasi sin vida personal pero con apasionante trabajo, me apasiona la
cocina. Soy cocinero pofesionaloide.
Sí, pues fueno, pues fale, hace
unos meses trabajé también como cocinero aunque más bien ejerciera de ayudante.
Hoy no ejerzo de ayudante, aunque también, sino de cocinero. Desde el
principito hasta que llega al plato con sabrosura, y vuelven casi siempre
limpitos los platos (lo sé de buena tinta, porque además de cocinar me toca
lavarlos). Vamos, que estoy solo en la cocina: planeo los menuses; pido lo
necesario para llevarlos a buen plato con sabor de amor en lo hecho y los
elaboro con cariño y dedicación (además de un poquito de estrés… ay, señor
señor ¿conseguiré que esté todo a punto en hora y en su punto de gustirrinín al
paladar?)
Sin ir más lejos hoy (¿quizá ya
ayer?): unos callos sabrosísimos; un cocido de los buenos (con su cachola, sus
costillas de adanes y evas, garbancitos dónde estáis, patácolas y grelos, pues
sí, con morros y orejas, chorizos y morcillas, esa sopa riquisísima de fideos
fisnos…)…
Pues además, aprovechando que
la tarde noche fue muy tranquila, reciclé unos jurelitos al escabeche con sutil
toque de curry; con tres codillos al aroma de mostaza y bañados en zumo de piña
que sobraron del menú de ayer (¿o anteayer ya?) procedí a picarlos como si no
hubiera un mañana, hacer una finísima bechamel y convertirlos en croquetas
concretas (mira, o más bien lee, lo que te digo… no sé como quedarán al final,
pero la mezcolanza croquetil estaba para disfrutar en todo el paladar).
¿Continuará? Carambolas,
vai ti a saber…
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