no me quedo tirado en la noche, en medio de la autopista a ninguna parte.
Regresaba de horizontes sureños, así lo decidí.
No sé habitar sin avisar.
Arranqué.
Me gusta conducir en la noche.
Uy, caray, bajo está el depósito.
Bueno, no importa, a la próxima gasoflinera llego, creo.
Llegué, a y dos minutos.
Cerraban, en punto.
Pero ¿seguro que no me lo puedes llenar?
Por favor, por favor te lo pido, que no llego a la siguiente.
Eso si, muy amable y sonriente dice: es que bloqueados están ya.
¿A cuánto está la siguiente? Pregunto, impaciente.
A 34.
Ay, madre, que no llego, pero lo intento, y que tenga que ser lo que tenga que ser.
Allá me fui, a donde llegara.
¿Y si no llego?
Pues me quedo donde llegue.
¿Y luego?
Luego, ya se verá.
Llegué.
Gracias a Susín Susiño Mariano Bez llegué.
Se porta de bien, incluso mejor.
Del sur volví.
Con las luces y sombras especiales del sur volví.
Regresé con mis sombras y luces.
Llegué.
Gracias a Susín Susiño Mariano Bez llegué.
Se porta de bien, incluso mejor.
Del sur volví.
Con las luces y sombras especiales del sur volví.
Regresé con mis sombras y luces.
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