(contestación al ajetreo con el que me ando,
carallo)
Pues te cuento el cuento de hoy, sin ir más
lejos, sigo siendo tan tonta (quizá más) como en el ayer…
Resulta que te fui citada (nada romántico,
o sí. Creo que la cocina es romántica a más no poder… compartir, disfrutar,
paladear…), preseleccionada, en una entrevista vista para acceder a un curso de cocina.
Ja te tú; menos mal que no te precocinan
(aunque más bien, sí), o al menos no te meten en el aparato infernal ese
llamado microondas (¿o también? Ay, es que no sé, ya ves que incluso más
tontina… o tampoco). Para acceder, te cocinan… Así de crudo te lo digo.
Viene siendo así el cuento que te cuento:
como tenía la entrevista a las nueve y media,
a diez minutillos de casa, me desperté a las seis de la matineé (empezaba a
clarear el día, tentado estuve de salir ya. Entre otras cosas para fotografiar
el amanecer. Y ahorita te digo que, visto con perspectiva, no sé por que
carallo resistime al salimiento vespertino… Hay tentaciones en las que hay que
caer, sí o sí, aunque una vaya toa despeinaá y sin maquillar) no fuera a ser
que fuese y llegase tarde;
Llegué a las ocho y media para estar lista, en
la entrevista, una hora después… no vaya a ser que, en estando allí ya una hora
antes, llegara tarde…
Resumiendo, gerundio que te es: tarde no
llegué.
Ahora bien, por ser imbécil y no salir a
disfrutar aunque fuera muy de amanecer: llegué, claramente temprano;
completamente oscurecida llegué…
Veremos a ver si sí o si no…
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