viernes, 18 de febrero de 2011

“La ley

I

Su nacimiento fue confuso, anómalo. Por eso él amaba apasionadamente el orden, lo inquebrantable, el mandamiento y la prohibición.

Mató a temprana edad en un arrebato de ira. Por eso sabía mejor que alguien que no hubiese tenido esa experiencia que, si bien matar es delicioso, haber matado es horrible en grado sumo, y que no matarás.

Era sensual, de ahí que sintiera apetencia por lo espiritual, puro, santo e invisible, porque eso le parecía sacerdotal, santo, puro…

II

Su padre no era su padre y su madre tampoco era su madre, así de confuso y anómalo fue su nacimiento. La segunda hija del faraón Ramsés retozaba un día en los jardines reales a orillas del Nilo… De pronto advirtió la presencia de un esclavo hebreo que estaba sacando agua y sintió deseos de él…y ordenó que se lo llevaran a un pabellón, donde con su preciosa manita le acarició el cabello bañado en sudor, besó los músculos de su brazo y despertó su virilidad, de suerte que él la poseyó, el esclavo extranjero a la hija del rey. Cuando obtuvo lo que deseaba, la princesa lo dejó irse; pero el hombre no llegó muy lejos, a los treinta pasos fue muerto y rápidamente enterrado, de suerte que nada quedó del placer de la hija del Sol.

«¡Pobre! –dijo ella cuando se lo contaron-, vosotros siempre tan apresurados. Él hubiera guardado silencio, me amaba.» Pero la joven quedó embarazada y al cabo de nueve meses dio a luz con el máximo sigilo a un niño al que sus doncellas colocaron en una cestita de mimbre calafateada con betún y pez, que ocultaron entre los juncos a la orilla del río. Luego fingieron encontrarla y exclamaron: « ¡Vaya milagro, un niño oculto entre los juncos, un niño expósito! Ha ocurrido como en las antiguas leyendas…»…

VII

… Se habla de diez plagas que Yahvé envió contra Egipto una tras otra, a fin de ablandar al faraón, cuyo corazón Él endurecía al mismo tiempo a propósito, para tener ocasión de demostrar su poder con plagas nuevas: las aguas del río, de los canales, estanques y depósitos se convirtieron en sangre, en las tierras de Egipto hubo invasiones de ranas, sabandijas, fieras, aparecieron pústulas eruptivas y tumores en hombres y animales, sobre ellos se abatieron epidemias, granizadas, langostas, tinieblas y muerte de todos los primogénitos, así se llaman estas diez plagas, y en ninguna de ellas hay nada imposible. Aunque cabe preguntarse si todas, con excepción de la última, cuya especificidad es impenetrable y nunca ha sido elucidada, contribuyeron verdaderamente al resultado final. En ciertas circunstancias, el Nilo puede adquirir una coloración rojo sangre, sus aguas dejan de ser potables y los peces mueren. Es tan posible que esto ocurra como que las ranas de los pantanos se multipliquen exageradamente o que los mosquitos y tábanos, siempre presentes, se propaguen hasta convertirse en una plaga. También había entonces muchos leones que merodeaban al borde del desierto y acechaban en la jungla próxima a los brazos muertos del río, y cuando el número de ataques a los hombres y al ganado aumentaban sobremanera, bien podría aquello recibir el nombre de plaga. Y ¡con qué frecuencia se veían casos de tiña y sarna en Egipto, y la gente del pueblo era atribulada por pústulas eruptivas y verrugas debido a la falta de higiene! Como en general el cielo es allí de un azul intenso, tanto mayor impresión debió de causar alguna tempestad rara y violenta, en la que el fuego que bajaba de las nubes se mezcló con el granizo y destruyó árboles y sembradíos sin que hubiera ninguna intención divina de por medio. Por otro lado, las langostas son un huésped harto conocido en el país y contra su invasión masiva el hombre ha ido inventando toda suerte de medios que, lejos de intimidarlas y ahuyentarlas, al final sucumbían a la voracidad de las invasoras, que devastaban enormes extensiones de terreno. Y cuando alguien ha vivido, aunque solo sea una vez, el estado de ánimo temeroso y sombrío que se apodera de la gente durante un eclipse de sol, comprenderá sin duda que un pueblo mimado por la luz diera el nombre de plaga a un eclipse semejante.

Y con esto se agota el número de plagas que han sido descritas. Pues la décima, la muerte de los primogénitos, no forma parte propiamente de este conjunto, sino que constituye un ambiguo fenómeno concomitante del éxodo mismo, demasiado siniestro para investigarlo. Puede que las otras tuvieran lugar parcial o totalmente, en un lapso de tiempo mayor…

VIII

Éste es un capítulo oscuro, que sólo puede escribirse con palabras veladas. Llegó un día, o mejor dicho una noche, unas vísperas funestas, en las que pasó Yahvé, o su ángel exterminador, e hirió con la décima y última plaga a los hijos de Egipto, o al menos a una parte de ellos, al elemento egipcio entre los habitantes de Gosén, así como de las ciudades Pitom y Rameses, exceptuando aquellas casas y cabañas cuyos postes y dinteles hubieran sido untados con sangre, ante las cuales pasó de largo.

¿Qué estaba haciendo Él? Causando la muerte de los primogénitos de la población egipcia, con lo cual complacía más de un deseo secreto y ayudaba a más de un segundón a usufructuar derechos que de otro modo le habrían sido vedados. Pero conviene hacer una distinción entre Yahvé y su ángel exterminador, a saber: no fue Yahvé mismo el que pasó, sino su ángel exterminador o, más exactamente, una legión entera de ángeles, seleccionados con sumo cuidado. No obstante, si se quiere reducir el número a un solo personaje, muchos indicios llevan a imaginarse al ángel exterminador de Yahvé como un mozo bien plantado, musculoso, de cabello rizado, nuez de Adán prominente y los pliegues del entrecejo muy marcados, es decir, un tipo de ángel que siempre se alegra de que una serie de negociaciones infructuosas lleguen a su fin y se pueda pasar a la acción…”

Thomas Mann. Verosímil.

1 comentario:

  1. Interesante fragmento. Y sí, la Biblia es una especie de recopilación de explicaciones a historias. Me ha molado la interpretación de la historia de Moisés.

    ¡Saludos!

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