domingo, 30 de agosto de 2009

¡Huy, sí, muy Libélula!

Uno de los insectos más veloces.

Imagínate, si fueras tú (en el suponer del caso una persona humana) irías a toda leche, el equivalente de unos doscientos kilometritos por hora de na.

El pelo a lo ventilador. Si, hasta el de las axilas y los de la nariciglia, otros más allá, con esa velocidad.

Vamos, y no te acercas a ellas sin que te vean ni queriendo. Entre otras cosas porque tienen una visión de unos trescientos sesenta grados. ¿Cuánto será eso?

Ellas a ti si, con total libertad se acercan. O al menos el otro día vino una a posarse a mi, merendándose una polilla la tía.

Jolín, pobres. No pueden caminar, no porque le falte pirixel para fumal, es algo de sus propias patas, innato.

Claro que pa que.

¿Caminaaaar, yo?

¡Abrase visto, que desfachatez!

“Pero ¿no ves cómo vuelo, cómo me muevo?

Vooolaaar y vooolaaar.

Volando voy.

Mira que triple tirabuzón, sin freno ni marcha atrás, embestido del revés, bonita tú, Libélula mía. Imagínate lo que sé hacer con la luenga. ¿Te vienes?”

Pensará ella, supongo yo.

Resulta que volando así de bien, aprovechan y ligan.

Y no será para menos el verlo, oye.

Vuelan hacia atrás, o hacia delante.

Suben o bajan en vertical.

Giran en el aire sobre su cuerpo.

Pueden detenerse en la mitad del aire y flotar…

¿Anisoptera?

Libélula, suena mucho más mejor, paréceme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario